Penélope
Penélope se asomó por la ventana del salón de clases y vio a varias jovencitas que charlaban y reían despreocupadas con algunos muchachos afuera del laboratorio de química. Penélope también era amiga de esos muchachos, pero nunca se sentía a gusto cuando estaban ellas. Esas muchachas eran de las guapas de la prepa. Ella era de las estudiosas y estaba flaca. No que no tuviera también sus admiradores, y ciertamente era muy apreciada y querida por todos sus compañeros. Sabían que jamás les negaría un favor y que incluso era capaz de dejarlos copiar en los exámenes, pero a esa edad, ser bonita era mejor que ser aplicada. Su inseguridad no era cosa nueva. Tenía vivo el recuerdo de cuando de niña, en un viaje a unas jornadas médicas de pediatría en Oaxaca a las que asistió su padre y a las que llevó a toda la familia, uno de los doctores tenía una hija, más o menos de su edad, güerita, rubia y de ojos claros. De regreso al hotel, tras visitar una de las zonas arqueológicas, el grupito de